La popular plaza de Capuchinos sobrecoge por la sobriedad de su diseño. Las austeras paredes inmaculadas se ven interrumpidas por las portadas en piedra del convento Santo Ángel.
En el centro de la plazoleta se levanta una de las imágenes más singulares de Córdoba: El Cristo de los Faroles. La blancura de los muros que lo rodean sobresalta el efecto dramático de este crucificado barroco. Los faroles de hierro que lo acompañan han configurado el nombre de la escultura.
Como homenaje a la Fiesta de los Patios, en abril de 2014 en la puerta del Rincón se inauguró una escultura de bronce creada por el escultor José Manuel Belmonte (Córdoba, 1964) que muestra a una mujer regando con la tradicional caña con lata. Posteriormente, otras dos esculturas de bronce, las de un abuelo que entrega macetas a su nieto, fueron colocadas en el barrio del Alcázar Viejo (o barrio de San Basilio), representando así el pasado y el futuro de esta fiesta que es Patrimonio de la Humanidad desde 2012.
Llamado en árabe Abu-l -Walid Muhammad Ibn Ahmad Ibn Rushd, fue el filósofo, astrónomo y escritor árabe más avezado de su tiempo, llegando a ser figura de gran peso en la historia del pensamiento árabe-islámico. Nació en Córdoba en el año 1126 y muere en Marrakesh en 1198. Proveniente de una notable familia de cadís, su formación corrió a cargo de la élite intelectual cordobesa. Ibn Rushd recibe la tradicional educación alcoránica, la jurídica y la médica, estando especializado en cada una de éstas ciencias. Seguidor de la filosofía aristotélica, sus obras se encaminaron a conciliar la postura del filósofo griego con la fe musulmana. Escribió numerosos tratados, entre los que destacan sus Comentarios a Aristóteles, escritos de gran repercusión en la filosofía posterior. En la calle Cairuán la ciudad de Córdoba ha levantado un monumento este erudito, uno de los más universales de la urbe.
El 9 de noviembre de 1874 nace en Córdoba, en el edificio que acoge el Museo de Bellas Artes, Julio Romero de Torres. Su padre Rafael Romero Barros, fue pintor y director-fundador de dicho museo. Inicia su vida artística en una época de corrientes pictóricas enfrentadas y vive intensamente la vida cultural cordobesa de finales del siglo XIX, que giraba en torno a la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes. Elegido académico numérico de esta organización, compagina su trabajo de profesor de Artes y Oficios con otros de restauración de obras de arte. En sus viajes a Madrid entabla amistad con los tertulianos del café Nuevo Levante, entre los que destacan Zuloaga, José Gutierrez Solana, los hermanos Baroja y Valle Inclán.
Su pintura pasa por distintas etapas, desde el folklore más tradicional hasta el simbolismo más absoluto. Ha pasado a la historia por pintar a la mujer morena, de rasgos agitanados, ojos profundos y una melancolía eterna, plasmado todo ello en el famoso cuadro La Chiquita Piconera. Julio Romero ha sido de los pocos pintores que ha gozado de fama y reconocimiento en vida, participando en varias exposiciones universales. El diez de mayo de 1930 moría en su casa de la plaza del Potro.
Tras la desaparición del pintor, su familia donó las obras presentadas en la Exposición Iberoamericana sevillana de 1929 al Ayuntamiento de Córdoba para la creación de un museo en su memoria. En 1931 abre las puertas dicho museo, recuerdo vivo de la poesía en colores de Julio Romero de Torres.
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